

La noche del sábado, un grupo de seis personas no convivientes que no querían pasar la noche a solas tuvieron que decidir sobre las once y media si la velada terminaba ahí o se prolongaba hasta las seis y media de la mañana. Cualquiera de las dos opciones era legal, dentro de los términos impuestos por el nuevo toque de queda, y eso les daba carta blanca para elegir. Porque ya sabemos que es la legalidad, no la ética, lo que dicta últimamente cómo deben comportarse los ciudadanos, o esa es la moraleja que se puede extraer de la asistencia la semana pasada de todas las fuerzas vivas de este paí…
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Autor/a: Raquel Peláez
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